miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Quién se beneficia de la crisis de la deuda pública'

Los mercados amenazan a Europa, más concretamente a los países periféricos por medio de su deuda pública. Grecia ya cayó en mayo y ahora lo ha hecho Irlanda. Los próximos, dicen, serán Portugal y España. Si examinamos el cuadro macroeconómico, el volumen de la deuda pública española no es superior a la de los países ‘centrales’ de Europa, Francia y Alemania; y no digamos ya de Italia, aunque parece que esta sería la ficha de dominó que caería detrás de España.

Los mercados son algo abstracto y a veces incomprensible. Y no digamos ya cuando hablamos de mercados secundarios y esos derivados que la ingeniería contable ha diseñado en los últimos años. A veces parecen moverse por unas supercherías equiparables al horóscopo. Dicen que los inversores se juegan mucho dinero y, por tanto, cualquier mínimo rumor es capaz de provocar las enormes fluctuaciones a las que asistimos cada día.

Ahora esos mercados tienen sus miras puestas en España. Como decíamos, con las Estadísticas en la mano, es cierto que el déficit público es abultado pero los superávits que habíamos acumulado en los últimos años dejan la deuda pública en una situación bastante aceptable. Muy lejos, pues, de los parámetros que han provocado la crisis de las deudas griega e irlandesa y que ha provocado los rescates de estos países.

No vamos a entrar aquí a contribuir a la especulación y apostar si Portugal y España caerán y cuándo (esperamos, por lo pronto, que mañana se lleven una alegría y la FIFA les conceda la organización del Mundial de fútbol para 2018), sino a ver quién se beneficia de esta crisis fiscal.

En primer lugar tenemos a los especuladores. Durante la última década, habían obtenido suculentos beneficios de la burbuja inmobiliaria, no sólo especulando con el precio de la viviendo, sino también con todos los derivados hipotecarios que nos conducirían a los comienzos de esta crisis. Por otro lado, la Bolsa tampoco está atravesando un momento de esplendor. Tenían entonces que buscar la rentabilidad en alguna otra parte y, a ser posible, sin arriesgar. Y qué inversión hay con menos riesgo que la deuda pública.

Es complicado que un Estado quiebre y más aún si se encuentra en un entorno de cooperación económica -y en este caso, además, unión monetaria- como es el euro. Así pues, sólo había que poner en duda la credibilidad de algún país para hacer frente a sus pagos y provocar un crecimiento de los tipos de interés de la deuda. Funcionó con Grecia y también con Irlanda, cuyos pagos han sido garantizados, además, por sus socios de la zona euro. Y si ha funcionado con ellos, ¿por qué no con otros? La cuestión es obtener beneficios, no importa cómo.

Por otro lado acabar con el euro también les abre nuevas vías de obtener rentabilidad. La moneda única ha supuesto la desaparición de más de una docena de divisas con las que poder especular, algunas tan fuertes como el marco alemán y el franco francés. Y la experiencia histórica ha demostrado que especular contra una moneda también puede ser un negocio muy provechoso. Visto así, ¿por qué no acabar con el euro en algunos países y encontrar nuevos productos –monedas- con los que especular?

Precisamente en la cuestión de la moneda entra en juego Alemania. En estos momentos, el euro es para la locomotora de Europa un lastre en la recuperación de su economía. No tiene competencias para jugar con la moneda –algo que también le vendría bien a nuestro país, dicho sea de paso- y, para colmo, su cotización actual no favorece a sus exportaciones. Que el euro esté sostenido por 16 países le dota de una gran fortaleza frente a otras divisas que ahora juega en contra de la competitividad del sector exterior alemán. A los germanos les conviene que haya dudas acerca del euro para que este se deprecie y tampoco les importan los medios para conseguirlo. ¿Que la canciller Merkel tiene que poner día sí día también la deuda pública de sus socios en tela de juicio? Pues se hace. Y si de paso hace falta rescatar a más países, aprovechamos para sanear las cuentas públicas federales. No obstante, los rescates no son si no préstamos que los países rescatados tienen que devolver a un tipo de interés. Por tanto, la jugada acaba saliendo redonda.

A todo esto, la falta de una gobernanza económica común tampoco ayuda. Sólo unos pocos tienen la visión europeísta necesaria para afrontar esta crisis. Como ha dicho hoy mismo el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet: “hay que ser muy prudente a la hora de abrir la ‘caja de Pandora’ refiriéndose al mecanismo de quiebra”.

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