miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sobre la reforma de las pensiones

La reforma de las pensiones va a ser el primer tema candente del año que va a entrar este sábado. La crisis fiscal ha hecho emerger este asunto que en su momento ya plantearon Pedro Solbes y Manuel Pizarro en el debate electoral sobre economía en 2008. Curiosamente ninguno de los dos sigue hoy en la vida política. Pizarro dio la espantada tras la derrota electoral del PP y Solbes abandonó el Gobierno en la primera remodelación del Gabinete esta legislatura, en abril de 2009.

Dos son las cuestiones que centran la atención en la reforma: el retraso en la edad de jubilación y el período de cálculo considerado en la pensión.

Respecto al primero, el Gobierno propone aumentar la edad de retiro de los 65 actuales a 67. Entre las razones están la mayor esperanza de vida. Desde que se estableció la edad en vigor cierto es que la calidad de vida de la población ha mejorado y se ha aumentado ese indicador. Si hace años un jubilado apenas esperaba recibir pensión durante una media inferior a un año. Actualmente, las estadísticas dice que podrá percibir pensión durante una media de 15 años.

Por otro lado, está la edad efectiva de jubilación, que está muy por debajo de esa cifra, situándose en torno a los 62-63 años y eso sin considerar las prejubilaciones. Entonces, ¿no será mejor crear mecanismos para acercar la edad real a la edad legal antes de modificar ésta? De poco servirá que se aumente la edad legal y luego la realidad no se acomoda a la intención del legislador.

La clave está en la flexibilidad. Esa palabra tan mágica cuando hablamos del mercado de trabajo. Quizás lo que habría que hacer es revisar determinadas profesiones y establecer según las mismas la edad de jubilación. Ya existe algo así. Trabajadores que desempeñan tareas especialmente penosas, como los mineros, se jubilan mucho antes, mientras otros profesionales, como los profesores de universidad, pueden prolongar su actividad laboral hasta los 70.

Lo cierto es que la realidad laboral de nuestro país nos sirve de fundamento a esta tesis. En las últimas décadas, el nivel de estudios de la población ha aumentado y, por tanto, la incorporación al mercado laboral es mucho más tardía. Si nuestros padres comenzaban a trabajar apenas cumplidos los 14 años, hoy día muchos de nuestra generación no se incorporan a la población hasta los 25 años. Y aquellos que se incorporan antes lo hacen en empleos que exigen un mayor desgaste físico. Sería por tanto una cuestión de hacer una estratificación según categorías profesionales. Algunos criticarán este argumento diciendo que con ello se quebraría un criterio de igualdad que debe incorporar cualquier ley, pero es que la propia diferencia en la incorporación al mercado laboral implica una desigualdad que debe ser considerada.

El otro caballo de batalla es el período de cálculo considerado para establecer la cuantía de la pensión a percibir. En esta ocasión, más que ante un debate de carácter político, nos enfrentamos a una cuestión de estabilidad monetaria. Actualmente, se consideran los últimos 15 años cotizados para calcular la pensión. Hay que considerar que hasta hace unos años, las tasas de inflación eran muy altas. En los 10 años trascurridos entre 1982 y 1992 los precios se duplicaron. La moderación de los precios desde entonces es considerable. Lo precios se duplicaron, pero ya en un período de 15 años, entre 1985 y 2000. Es decir, que un jubilado en 2000 perdía mucho menos poder adquisitivo que en 1992.

Siendo la tendencia de la inflación al 2% (al menos ese es el objetivo a largo plazo marcado por el Banco Central Europeo), suponiendo que se cumpliera esta previsión harían falta 35 años para que los precios se duplicaran.

De esta manera, mientras en el retraso de la edad de retiro hay materia para debatir, en el período de cálculo de la pensión deben primar criterios preferentemente técnicos.

martes, 28 de diciembre de 2010

En qué debemos mejorar (yII)

En un artículo anterior comenzábamos a desmenuzar la visión que de España se presentaba en el ‘Informe de Competitividad Global’ elaborado por el Foro Económico Mundial y analizábamos el que se apuntaba como mayor lastre para la economía de nuestro país: la eficiencia del mercado laboral. A continuación, terminamos de desgranar aquellos aspectos de nuestra economía en que debemos trabajar para mejorar.

Nuestro segundo punto débil es el entorno macroeconómico. Aquí, el concepto que más pesa es el equilibrio presupuestario del gobierno, algo evidente teniendo en cuenta el déficit del 11,4% que registraron las cuentas públicas en 2009 y el consecuente plan de ajuste que ha tenido que poner en marcha el Gobierno para cuadrar las cuentas en los próximos años. Otro de los problemas para el entorno macroeconómico es la deuda pública (puesto 105), si bien este es un concepto en el que flojean la mayoría de países desarrollados, fruto de la filosofía del Estado del bienestar. De hecho, Reino Unido (puesto 108), Holanda (109), Alemania (114), Francia (116), Estados Unidos (122) e Italia (131), se sitúan por detrás de España en este aspecto. Por el contrario, nuestro país está bien valorado en inflación y calificación de la deuda. Será importante observar este dato en el informe del próximo año, ya que en el momento de su publicación de este, aunque Grecia ya había sido rescata, todavía no se había desatado la tormenta sobre Irlanda (sólo dos puestos por debajo de España).

El siguiente aspecto a mejorar sería la eficiencia del mercado de bienes. Aquí nos encontramos una vez más con la influencia de la regulación, que en unos aspectos resulta positiva (4º puesto en tarifas arancelarias) y en otros muy negativa (puesto 117º en tiempo requerido para iniciar un negocio). Una vez más, nos encontramos con una de las grandes reivindicaciones de la patronal ante la crisis como es reducir las barreras administrativas. También contribuyen negativamente a este apartado los elevados impuestos y los costes de la política agraria. Es de importancia resaltar, que sobre algunas de las cuestiones que se valoran en este pilar, el Estado no tiene poder de actuación ya que las competencias están cedidas a Bruselas (políticas agrarias, arancelarias o anti-monopolio, por ejemplo).

Nuestro siguiente punto a mejorar es el desarrollo del sistema financiero. Aquí se valora en negativo la regulación de la compraventa de títulos y el acceso al crédito. En cambio, los encuestados estiman favorablemente la disponibilidad de servicios financieros y el coste de los mismos.

Otro ámbito en el que trabajar es el de las instituciones. El coste del terrorismo es el mayor problema que se aprecia en este campo, si bien poco a poco va disminuyendo. La regulación gubernamental también es vista como un importante obstáculo, lo que puede ser consecuencia de las diversas regulaciones, especialmente en materia comercial- que existen según las comunidades autónomas. El derroche del gasto público es visto también aquí como un problema.

Sorprende el penúltimo punto a mejorar: la sanidad y la educación primaria. Si bien, hay que tener en cuenta que aparece aquí dado que estamos hablando en términos relativos (puesto 49º del ránquin, pero obteniendo una nota de 6 sobre 7). En esta ocasión, la crítica debemos hacérsela al propio método de elaboración del índice de competitividad. Sería necesario homogeneizar los diferentes pilares, ya que en este muchos países ven inflada su nota aún apareciendo en una mala posición. Se tienen en cuenta aspectos como el impacto de la malaria o la tuberculosis, enfermedades casi inexistentes en los países desarrollados. En todo caso, aquí España recibe un tiró de orejas por la baja calidad de la educación primaria (suspenso en el puesto 93, con peor nota que países como Zimbabwe, Siria, Namibia, Armenia, Jamaica o Etiopía, entre otros).

Por último, el mejor de los peores, la innovación; si bien aquí es necesario matizar que la nota dista aquí mucho de la posición en el ránquin (puesto 46 pero el peor en nota con un aprobado raspado). Nada nuevo bajo el sol, podríamos decir aquí. A pesar de los esfuerzos del gobierno por aumentar el gasto en I+D+i, es el peor parado de este pilar.

Concluyendo, muchos discuten las reuniones del llamado Foro de Davos por su tendencia hacia ciertas doctrinas económicas; pero, aún teniendo en cuenta algunos defectos, este informe pone de manifiesto las debilidades de nuestra economía y puede servir de guía para emprender las reformas que nos lleven de nuevo a la senda del crecimiento económico.

martes, 14 de diciembre de 2010

En qué debemos mejorar (I)

En estos tiempos de crisis, una de las formas de estimular el crecimiento económico es mejorar el saldo exterior mediante el crecimiento de las exportaciones. Esta ha sido una asignatura pendiente de nuestro país en la última década, en la que el saldo exterior ha llegado a alcanzar un déficit del 10% del PIB. Este lastre, dicen los expertos, viene motivado por la pérdida de competitividad de nuestras empresas. Una de las formas de recuperarla a la que ya se recurrió en crisis anteriores era la devaluación de la moneda, consiguiendo que nuestros productos fueran más baratos en el exterior.

Pero, ¿qué es la competitividad? En realidad, solamente se puede medir en términos comparativos. Ya en el siglo XVIII Adam Smith defendía que cada país debería especializarse en producir aquellos productos en los que tuviese ventaja comparativa respecto a sus competidores, es decir, aquellos productos en los que fuera más comp
etitivo.

Sin embargo, hasta hace poco no había modelos estadísticos para cuantificar este concepto económico tan abstracto. Ahora sí existe una herramienta, el “Informe Global de Competitividad” que desde hace tres décadas elabora el Foro Económico Mundial –la organización que celebra cada invierno su célebre reunión en la estación invernal suiza de Davos- incluyó en 2005 el Índice Global de Competitividad, desarrollado por el profesor de la Universidad de Columbia Xavier Sala i Martí. Este índice se basa en 12 pilares de competitividad y provee una imagen del entorno competitivo en países de todo el mundo que se encuentran en diferentes estadios de desarrollo económico.

La última edición de este informe se publicó a principios de septiembre y España no salió muy bien parada. En los últimos dos años, nuestro país ha perdido trece posiciones en este ranquin que agrupa a 139 países. Del puesto 29 que ocupábamos en la edición de 2008-2009, hemos pasado a ocupar el lugar 42 en la clasificación de 2010-2011.

La cuestión que nos plantemos es: ¿En qué debemos mejorar? De los doce pilares que conforman el ranking, en siete obtenemos peor clasificación que en la tabla general: eficiencia del mercado laboral, entorno macroeconómico, eficiencia del mercado de bienes, desarrollo del mercado financiero, instituciones, sanidad y educación primaria e innovación. Esto en términos comparativos, ya que la sanidad y la educación primaria y el entorno macroeconómico reciben mejor valoración que la media del país. Por el contrario, en los pilares tamaño del mercado, infraestructuras, preparación tecnológica, educación superior y sofisticación de los negocios, España ocupa mejor ranking que su posición general.

Según este informe, el mayor lastre para la competitividad española es uno de los aspectos cuya reforma más se está demandando para salir de la crisis: el mercado de trabajo. Si bien no obtiene la peor nota (3,9 sobre 7, frente al 3,5 que obtiene la innovación), si es el que se sitúa en una peor posición del ranquin: la 115 sobre 139 países analizados. De hecho, el 21,6% de los expertos internacionales encuestados para la elaboración de este ranking consideran que las regulaciones laborales son el segundo factor más problemático para hacer negocios en España. Sólo el acceso al crédito, con un 23,4% de las respuestas, es considerado más problemático.

De los nueve indicadores que se estudian para determinar la eficiencia del mercado de trabajo, ninguno consigue entrar entre las 50 primeras posiciones. Las prácticas de contratación obtienen el por ranquin, ocupando el puesto 137 y obteniendo un suspenso holgado (2,4/7). Otro de los caballos de batalla está en modificar la forma de negociar los convenios colectivos. Esto se entiende cuando es precisamente la poca flexibilidad en la determinación de los salarios el segundo concepto peor valorado, seguido de la rigidez del empleo y la productividad.

(Continuará…)

domingo, 12 de diciembre de 2010

LA SALIDA (de lo) SOCIAL


Recientemente el PSOE ha publicado varias de las directrices que deberán seguir las delegaciones locales y regionales socialistas. Lo más destacable de todo es el eslogan que pretenden utilizar: La salida social. Bien, si nos paramos a observar lo que ha hecho este partido en el último año, una salida social requeriría deshacer todo lo que ha hecho en ese período y rehacer lo prometido. Su eslogan es fácilmente manipulable, y supongo que se manipulará vandálicamente, con dos simples palabras: la preposición de y el artículo lo: la salida de lo social.

No sé quién es actualmente el asesor político principal del PSOE, pero el error de elegir ese eslogan le pone en bandeja de plata al PP arrasar en las elecciones de mayo del 2011.

Un partido no puede prometer (en 2004) completar el Estado del Bienestar (y criticar a la oposición de no haber empezado antes), lanzar medidas (cheque bebé, 420€ a los parados de larga duración, planes para vender más coches,...), quitarlas (actualmente) acusando al mercado de obligarle a hacerlo ( es que el mercado es tan caprichoso..., si los políticos de un país dicen A, B, C,... A', B', C',... casi a la vez y piden dinero piden dinero para financiarlas todas, los mercados sospechan y, por desgracia para los ciudadanos españoles, cada uno es libre de prestar su dinero a quien quiera; para almas caritativas ya tenemos a Alemania...) y volver a prometerlas.

Lo único evidente que están consiguiendo es que la economía tiemble. Un día una institución internacional dice que España está mal, al día siguiente otra dice que está bien, al siguiente se insinúa que España necesita hacer recortes, al siguiente que pronto saldrá de la crisis, luego que... Si fuera otro país y vosotros fueseis prestamistas, ¿les fiaríais 10.000 millones de euros? ¿20.000 millones de euros?,... Si yo invirtiera tales cantidades lo haría en algo más "sólido"...

En fin, si en una semana se privatizan varias empresas españolas, se bajan impuestos, se les quita el único ingreso (420€) a los parados de larga duración, se tiene una megahuelga de controladores aéreos que paraliza todo el tráfico aéreo,... No se puede decir que tú serás la salida social, porque tú has sido el que nos ha sacado de lo social.

domingo, 5 de diciembre de 2010

De la General Motors y otras cosas de Estados Unidos

General Motors hasta el año pasado era la segunda empresa en cuanto a producción de automóviles; no así en cuanto a sus beneficios, pues tuvo varios años de pérdidas después de sufrir duros recortes en sus ventas. Aun así, en el 2007 consiguió un año fiscal positivo. Pero llegó el 2008, los préstamos se le esfumaron y tuvo que empezar a vender fábricas, despidos, deslocalizaciones,…, aunque no le dio tiempo a adaptarse a los nuevos tiempos. Ahora está esquivando la quiebra por motivos políticos y numerosas empresas se la pretenden repartir: Fiat, el banco ruso Sberbank, la distribuidora Penske Automotive Group (PAG), la empresa canadiense Magna, Sichuan Tengzhong Heavy Industrial Machinery Co. Ltd (China).

A donde quería llegar, una vez que ya os he mostrado (aunque no hacía falta) que General Motors está mal, es a una frase de Woodrow Wilson que encontré por casualidad:

“Si a la General Motors le va bien a Estados Unidos también”

Personalmente no creo que Estados Unidos vaya mal si la General Motors se desploma, pero es uno de los pilares que han llevado USA a la posición que ocupa.

De hecho parece que EEUU está consiguiendo salir adelante con crecimientos positivos antes de lo esperado. Aunque todavía hay que ser prudente con el futuro a corto y medio plazo. Si se reaviva la crisis de divisas podría volver a temblar su economía.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Quién se beneficia de la crisis de la deuda pública'

Los mercados amenazan a Europa, más concretamente a los países periféricos por medio de su deuda pública. Grecia ya cayó en mayo y ahora lo ha hecho Irlanda. Los próximos, dicen, serán Portugal y España. Si examinamos el cuadro macroeconómico, el volumen de la deuda pública española no es superior a la de los países ‘centrales’ de Europa, Francia y Alemania; y no digamos ya de Italia, aunque parece que esta sería la ficha de dominó que caería detrás de España.

Los mercados son algo abstracto y a veces incomprensible. Y no digamos ya cuando hablamos de mercados secundarios y esos derivados que la ingeniería contable ha diseñado en los últimos años. A veces parecen moverse por unas supercherías equiparables al horóscopo. Dicen que los inversores se juegan mucho dinero y, por tanto, cualquier mínimo rumor es capaz de provocar las enormes fluctuaciones a las que asistimos cada día.

Ahora esos mercados tienen sus miras puestas en España. Como decíamos, con las Estadísticas en la mano, es cierto que el déficit público es abultado pero los superávits que habíamos acumulado en los últimos años dejan la deuda pública en una situación bastante aceptable. Muy lejos, pues, de los parámetros que han provocado la crisis de las deudas griega e irlandesa y que ha provocado los rescates de estos países.

No vamos a entrar aquí a contribuir a la especulación y apostar si Portugal y España caerán y cuándo (esperamos, por lo pronto, que mañana se lleven una alegría y la FIFA les conceda la organización del Mundial de fútbol para 2018), sino a ver quién se beneficia de esta crisis fiscal.

En primer lugar tenemos a los especuladores. Durante la última década, habían obtenido suculentos beneficios de la burbuja inmobiliaria, no sólo especulando con el precio de la viviendo, sino también con todos los derivados hipotecarios que nos conducirían a los comienzos de esta crisis. Por otro lado, la Bolsa tampoco está atravesando un momento de esplendor. Tenían entonces que buscar la rentabilidad en alguna otra parte y, a ser posible, sin arriesgar. Y qué inversión hay con menos riesgo que la deuda pública.

Es complicado que un Estado quiebre y más aún si se encuentra en un entorno de cooperación económica -y en este caso, además, unión monetaria- como es el euro. Así pues, sólo había que poner en duda la credibilidad de algún país para hacer frente a sus pagos y provocar un crecimiento de los tipos de interés de la deuda. Funcionó con Grecia y también con Irlanda, cuyos pagos han sido garantizados, además, por sus socios de la zona euro. Y si ha funcionado con ellos, ¿por qué no con otros? La cuestión es obtener beneficios, no importa cómo.

Por otro lado acabar con el euro también les abre nuevas vías de obtener rentabilidad. La moneda única ha supuesto la desaparición de más de una docena de divisas con las que poder especular, algunas tan fuertes como el marco alemán y el franco francés. Y la experiencia histórica ha demostrado que especular contra una moneda también puede ser un negocio muy provechoso. Visto así, ¿por qué no acabar con el euro en algunos países y encontrar nuevos productos –monedas- con los que especular?

Precisamente en la cuestión de la moneda entra en juego Alemania. En estos momentos, el euro es para la locomotora de Europa un lastre en la recuperación de su economía. No tiene competencias para jugar con la moneda –algo que también le vendría bien a nuestro país, dicho sea de paso- y, para colmo, su cotización actual no favorece a sus exportaciones. Que el euro esté sostenido por 16 países le dota de una gran fortaleza frente a otras divisas que ahora juega en contra de la competitividad del sector exterior alemán. A los germanos les conviene que haya dudas acerca del euro para que este se deprecie y tampoco les importan los medios para conseguirlo. ¿Que la canciller Merkel tiene que poner día sí día también la deuda pública de sus socios en tela de juicio? Pues se hace. Y si de paso hace falta rescatar a más países, aprovechamos para sanear las cuentas públicas federales. No obstante, los rescates no son si no préstamos que los países rescatados tienen que devolver a un tipo de interés. Por tanto, la jugada acaba saliendo redonda.

A todo esto, la falta de una gobernanza económica común tampoco ayuda. Sólo unos pocos tienen la visión europeísta necesaria para afrontar esta crisis. Como ha dicho hoy mismo el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet: “hay que ser muy prudente a la hora de abrir la ‘caja de Pandora’ refiriéndose al mecanismo de quiebra”.